Surreal life
23 de julio de 2009
Alomejor solo se escribir versos en servilletas de papel mientras los demas hablan y tu me preguntas que es lo que escribo pero yo no te contesto porque te he dicho lo mismo muchas veces con la mirada y tu siempre esquivas mis besos que van directos a tus labios con los que sueño mientras el boli sigue confesandose encima de la celulosa que separa mi corazon del tuyo que vive casi siempre a otro ritmo con puntos comas y acentos que el mio hace tiempo ha olvidado
19 de julio de 2009
I
Lo dije la primera vez que hablé de él, y si no lo dije al menos lo pensé. Es posible que fuera enjuto y desgarbado y que de lejos no pareciera gran cosa. De cerca tampoco lo parecía pero no todos los superhéroes tienen superpoderes.
II
Hizo cosas que nadie creyó posibles jamás. Ni siquiera yo creía en él y era el que, sin contar con su familia, más fé puso en él. Y ahí estaba en la foto de portada con su chica morena al lado. Y tiré el periódico a la papelera porque para contar historias me las invento yo.
III
Desde que nací me fascinó. Con su uniforme y su libro que contenía todo el saber. Con su habilidad para hacerlo todo mucho más fácil. Para curarme y enseñarme. Para hacerme persona. Crecí mirando hacia arriba porque me parecía gigante. Aprendiendo en silencio y callando cuando no tenía nada que aportar porque escuchándole puedo hoy hablar.
IV
También los superhéroes sufren. Lo sé ahora, demasiado tarde para ayudar. Pero sigo callando y mirándole, quizas no desde tan abajo, callando porque sigo aprendiendo. Y le veo caer poco a poco, como va cayendo el ciclista, puestos y puestos, cuando la mente ya no manda sobre las piernas. Dejé de creerle un superhéroe, o alomejor dejé de creer en ellos. Ya no le queda uniforme ni libros. Poco a poco va gastando memoria. Sin embargo, sigo disfrutando a su lado.
V
Creo que nunca he conseguido una hazaña ni la conseguiré. No seré ciclista ni futbolista, aunque es posible que viva de contar sus vidas. No creo que sea un superhéroe aunque mi primo pequeño quiera parecerse a mi, porque cuando se es niño todo lo que reluce parece oro. Posiblemente sea todo lo contrario: Una persona débil que ha tenido muchos empujones para coronar. Mucha gente se ha agolpado a los lados de la carretera y ha voceado para hacerme menos fatigado el camino. Me han empujado, dado agua, voceado y animado. Me han llevado hasta aquí que no se si es muy arriba o muy abajo. Pero han empujado. Y en estos momentos es cuando miras a la cuneta y les ves. Dándolo todo por nada. Preocupándose o simplemente gastando las últimas horas de vida en luchar contra el crono de mi vida.
VI
He gastado medio tour mirando al horizonte, a la escapada, a la próxima curva. Me he esforzado con la cabeza baja para no gastar ni un miligramo de fuerza. Y, tonto de mí, ahora miro a la cuneta y veo mis banderas y mi gente. Veo, incluso, a quienes ya no pueden subir a lo alto del Mont Ventoux. Y miro a los ojos a quienes hacen su última ascensión y me ponen la mano sobre el hombro, para darme el último empujón. Seguiré, por vosotros.
14 de julio de 2009
zeta muere un día más. Y no movemos ni un dedo para que esto no ocurra. Y escapamos por la única salida que queda: N 122
13 de julio de 2009
El siempre decía vi la ilusión en sus ojos. Yo no sabía como se veía la ilusión en los ojos de alguien porque siempre me fijaba en su sonrisa. Por eso no sé decirte si le vi la ilusión o no, pero si sé que le vi una gran sonrisa. No era la primera vez, creo que ya había sentido más veces esa sensación, pero aprendió a guardársela. Sin embargo hablaba y hablaba sin repetirse. Decía cosas coherentes que a esas horas no abundaban por la calle. Hablaba y yo pensaba en que alomejor podría yo también hablar como él. Ilusión. Todavía hoy no se si estaba ilusionado, pero me gustó compartir esa noche.
Yo, sin embargo, resaltaba los tópicos de la noche y el rock. Y pensaba en ella y alomejor yo tenía ilusión en los ojos y él si se dió cuenta, pero no me lo dijo y me dejó pensar mientras él hablaba. Y así se pasan las noches de verano: cervezas y amigos. Un cóctel explosivo que nunca explota y siempre aguanta. Y soñábamos ambos con ser unos soñadores y no tener que pensar que siempre habrá un muro enfrente en el que no sirvan alcohol. Que la vida, a veces, es tan perra que nos coge cariño, o que simplemente dios ha repartido suerte y no justicia. Por eso separamos nuestros caminos pensando y hablando. Y todo seguía siendo tan coherente que daba miedo al día siguiente.
12 de julio de 2009

Todo el mundo señalaba a la FIA como la causante de todo el daño al deporte. El dedo acusador español salía a relucir en todo momento mientras yo cambiaba de cadena y me cabreaba con el pinganillo. Absurdo invento. Me imaginaba a sprinters sin sprintar porque el pinganillo desaconsejaba atacar y pensaba en el miedo. El mismo miedo que tiene que provocar salir a una plaza de toros aunque sea con una raqueta. Y mientras Verdasco se derrumba como casi siempre, los bólidos rojos quieren volver a resurgir con los caballos que le hacen falta al Renault de Alonso que sale desbocado. Y el autoplocamado mejor piloto de la historia se hunde mientras el banesto (que lo sigue siendo) tira a muerte para que otro murciano haga historia en el Tourmalet. Quienes no son capaces de pasar la montaña corren por Estafeta cegados por los primeros rayos de sol que son los mismos rayos que hicieron que Armstrong tuviera miedo de Beloki. Y un chaval de brasil que aprendió a ser piloto el año pasado sigue con paso firme ganándose el corazón de sus tiffosi. Porque en años difíciles la gente aprende a valorar lo poco que se consigue. Aunque seas el mejor y no lleves reparto de frenada
10 de julio de 2009
Tengo resaca. Una maldita resaca. Y sólo era un jueves sin importancia de esos que se abren por no molestar en el calendario. Anoche estábamos los mayores cabrones de la ciudad reunidos en el único bar que merecía la pena.
The boss estaba nervioso como el día de la comunión (si es que alguna vez la hizo). Miraba al suelo o a sus zapatos mientras iban cayendo las cervezas una tras otra. Estaba tan nervioso que tiraba órdagos con 37. Era Al Capone el día que tenía que ser arrestado. Era el debut en Maracaná del niño que creció escuchando la radio. Miraba a la puerta esperando que alguien entrara y poder liarse a tiros o a puñetazos; o besarla.
También estaba el nuevo. Puteado por quienes creían que llevaban ya demasiado tiempo en el negocio. Siempre a la izquierda, dónde hiciera falta. Estaba casi tan nervioso como el resto. Miraba arriba y a abajo y se levantaba sin atreverse a mirar a los ojos. Se seguía sintiendo el nuevo, aunque todos supieran que acabaría controlando el cotarro.
En otra mesa el chico de los ojos azules. Así lo llamaban aunque los tuviera marrones. Quizás algún día se decolorarían de beber tanto whisky. Junto a la puerta, vigilante. Rodeado de su escuadra que nunca fallaba. Temblando por los años. Por la mala vida. Por todos los hijos de puta que habían caido bajo sus manos. Miedo nunca.
En la esquina más solitaria estaba yo. Jugando a sentirme tranquilo. Quizás importante. Como quien ha jugado a este juego muchas veces. Y sin embargo estaba tan nervioso como el que más. Por eso pedía las copas de dos en dos. Tragaba en vez de beber. Y pensaba en que nos habíamos juntado la gente con menos clase y más elegancia de toda la ciudad.
Y los planes salieron bien, por eso tengo esta maldita resaca.
9 de julio de 2009
Conduje hasta su casa y me quedé mirando. Olía a ella o me imaginaba su olor en cada lugar. Encendí un cigarro mal apagado mientras me apoyaba en la carrocería. Pasarían las horas como siempre y es mejor encontrar un lugar dónde apoyarse para que no se cansen las piernas. Por eso te dije un día que quería apoyar mi corazón en tí para que no se cansara. Que está viejo y cansado de vivir al límite.Y allí estaba con el motor encendido y mi corazón en tu casa. En tu cama. Pensando en lo feliz que podía haber sido agarrado a tus manos. Y antes de que se me pare el motor quiero arrancarte mi corazón para gastarlo bebiendo cerveza barata en medio de un parque. Para poderle contar a mis nietos que yo también fui un perdedor con un coche demasiado rápido.
8 de julio de 2009

Le vi abrir gas y sentí miedo. Y vi en el suelo a Biaggi, Stoner, Capirossi, Sete, Pedrosa y Lorenzo. Y una cara sonriente se acercaba a mi mientras me temblaba la mano del freno. La moto cada vez pesaba más y el calor apretaba más. Como correr unos San Fermines bajando el sacacorchos. Como intentar meterle la rueda a un Renault enfurecido.
El ruido de Jerez puede ser ensordecedor hasta que le tienes detrás. Todo se para, incluso las voces de miles de ilusionantes moteros. Se para el corazón y sientes el cambio de tercera a cuarta. Se oscurece el horizonte al pasar por Crivillé y pierde grip hasta el guante derecho.
Nunca sabes dónde está ni porque no vas rápido. No sabes porque te sientes como un maratoniano en el kilómetro 40. Pero él está ahí. Y lo seguirá estando, amigo. Sólo te queda rezar y aplaudir. Magia. Pura magia.
Nadie la comprendía. Ni yo. Ni siquiera ella. Pero por primera vez se mostró debil como era y yo me sentí feliz. Feliz por dejar de jugar a una lucha de egos. Lucha de gigantes que mueren por ser débiles.
Le miré y le dije hoy podemos empezar a conocernos. Y ella creía que ya me conocía. Y posiblemente no estaba tan desencaminada, tan sólo era yo el que no me conocía. Como Antonio Vega tampoco supo nunca dónde estaba el límite.
Y, una vez más, frente al precipicio sentí que la vida no era nada. Que la muerte no era nada. Tan sólo era vida sin mi. Mi vida sin mi. Parar un reloj y no darle cuerda nunca más. Guardar una marioneta en el baúl para olvidarse de ella. Así era la vida en el acantilado. Agarrado de la mano pero vivo. Siempre vivo.
Y así acaba la historia antes de acabar. Porque en las comedias americanas siempre sabes el final a mitad de la película. Y, no te engañes chica, no tenemos presupuesto para más.