Maurice se dirigía a las 11:00 al bar dónde había quedado. No lo conocía muy bien, era un sitio clandestino dónde la policía no llegaba. Había recibido instrucciones claras: Había que ser puntual, y sin llamar la atención. Llevaba meses esperando noticias, casi tantos que había perdido la ilusión y se había olvidado de todo el plan. Maurice tiró el cigarro y entro en el bar. El bar no era tan clandestino como el esperaba. Si, tenía poca luz, como esos pubs dónde la gente va a no ser vista. Una estufa de leña calentaba el ambiente y una canción de Leño le daba vida a la barra. Se sentó en la primera mesa que encontró, había que esperar a que V llegase. A Maurice le seguía pareciendo ridículo el nombre de V, aunque nunca se abría atrevido a juzgarlo. El camarero se acercó y Maurice pidió una caña. Pensó en como sería V. Tenía que pensar en tantas cosas, sabía tan poco... pero la recompensa era tan suculenta que nadie en su situación se negaría a aceptar. Mientras estaba absorto en sus pensamientos, le despertó el ruido de un vaso golpeando su mesa. Un hombre se sentaba con dos vasos de Martini en la mano y un cigarro de liar en la boca.
- ¿Molesto?
- Pues mire, no se. Espero a alguien pero no se como es.
- Ahh, una cita a ciegas. Que emocionante.
Discreción, pensó Maurice. No puedo contar nada.
- Si. Exacto. Una cita a ciegas.
- Veo que eres discreto Maurice.
- ¿V?
- Tssss. Las paredes escuchan en toda la ciudad. No sabes lo difícil que es existir estando muerto. No, no hagas preguntas, sabes que es parte del trato. Tómate este Martini y sal a la calle. Te espero en media hora en Cristo Rey.
- Pero...
- Media hora.
V cogió una gabardina y se fue. Maurice se quedó de piedra, entre emocionado y confuso. Tenía demasiadas cosas en la cabeza. Se había quedado tan petrificado que no se había dado cuenta del papel que V había colocado bajo el vaso de Martini. Lo cogió y se dispuso a leerlo.
Querido amigo. Ya no hay marcha atrás, cuando aceptaste este encargo sabias que habría un momento dónde todo lo que habías vivido dejaría de existir. Se cauteloso al leer estas líneas, en esta antigua ciudad, hace ya años que no se puede hablar sin ser oído, caminar sin ser visto. Todo lo que aquí se relata es tan secreto como el precio de vuestras vidas. No habéis sido escogidos al azar.
De pronto algo le sacó de su lectura.
- Jorgee, Jorgeeeee
Llevaba tantos meses con su nombre clave que ya no respondía por el nombre que sus padres le pusieron en el registro. Era una vieja amiga de la facultad. Era un contratiempo.
- ¡Hola Marta! ¿Cuanto tiempo? Oye lo siento, mira es que me tenía que ir ya, un día te llamo y quedamos, ¿vale? Adiós.
Salió corriendo del bar, como quien ve a un fantasma, más por la aparición que había tenido lugar en el bar, que por el poco tiempo que quedaba para cruzar media Zamora. Jorge tenía 28 años y estaba parado. Sus padres se habían cansado de mantenerle y malvivía con lo poco que le quedaba de un pleno al 15 de hace 3 años. Necesitaba dinero urgentemente y en ese momento fue cuando apareció V. Desde ese momento Jorge dejó de llamarse así para llamarse Maurice. Jorge llegó puntual a la cita, aunque algo cansado de la carrera desde el arrabal. Cristo Rey estaba vacío, como abandonado. Tan sólo el ruido del Numancia cuando alguien abrió la puerta para escapar por un callejón daba señales de vida. Trás algo más de 20 minutos de espera allí no apareció nadie. Maurice se empezó a impacientar. Quizás había algo implícito en las palabras de V. O quizás... ¡la carta! Allí debía estar todo.
Continuará...