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Surreal life

29 de enero de 2008

La verdadera historia de Zamora (IV)


Jorge buscó en su bolsillo. Allí estaba la carta de V. Miró alrededor y seguía sin haber nadie. Desdobló la cuartilla de papel y se dispuso a leerla:

Querido amigo. Ya no hay marcha atrás, cuando aceptaste este encargo sabias que habría un momento dónde todo lo que habías vivido dejaría de existir. Se cauteloso al leer estas líneas, en esta antigua ciudad, hace ya años que no se puede hablar sin ser oído, caminar sin ser visto. Todo lo que aquí se relata es tan secreto como el precio de vuestras vidas. No habéis sido escogidos al azar.
Zamora lleva años muerta por el olvido al que ha sido llevada. Tú, hermano, lo sabes mejor que nadie. Zamora es antigua como su historia, nunca ha sido capaz de rejuvenecer o nunca le han dejado. Tienes en las manos el principio de lo que será la nueva historia de Zamora, a partir de aquí comienza todo. Todos recordareis el asedio al que fue sometida nuestra ciudad hace ya siglos, asedio del que salimos perdedores, ya no por la afrenta que nos tocó pagar, sino por la mentira que los libros manchados de sangre llevan centurias contando. Zamora huele a miedo, a hospital y a morgue, a asilo, anís, mus y puro. Muchos años han pasado desde que la gente se dio cuenta de que antes de morir asistirían al entierro de su tierra, y todas esas personas se cruzaron de brazos viendo pasar el tiempo. Durante todos esos años unos pocos puñados de pupilos de Vellido Dolfos hicieron de la seña bermeja su bastión y juraron dar su vida por Zamora. Cómo en los viejos tiempos, desde el Duero se oía un clamor guerrero que asustaba a las huestes enemigas. Pero de nuevo un cerco, todavía más sangrante, pues ni siquiera este llegó a los libros, acabó con la poca vida de esta ciudad en coma. Si el ánimo de esta ciudad envejecida era escaso, los pocos conatos de revolución fueron sofocados con mano dura y silencio extremo. Un silencio todavía mayor que el del secreto que guarda con ahínco esta ciudad. Así han pasado los años, las décadas… y quien se va en busca de aire más que de trabajo vuelve adoctrinado y sumiso para engordar este el asilo de España.
No, no es esta carta el epitafio de Zamora. Ese ya se lleva escribiendo años, incluso se le compro la mortaja gris hace algún tiempo, cambiándole ese traje rojo que tan buena cara le daba. Esto es sólo una carta de presentación para poneros en situación. Puede que a alguno de vosotros no os interesa para nada salvar Zamora. Sois la misma gente sin rostro, nombre y ni si quiera un número, que lleva poblándonos años. Tranquilos, no es vuestra culpa. Sin embargo no podéis abandonar. Ahora tenéis que ser héroes. Nunca disfrutareis de vuestra obra. Moriréis entre apestados o en el exilio. Sin embargo la historia guarda un sitio en lo más alto para quienes lo dieron todo a cambio de nada. La historia os dará el anonimato, su bien más preciado.


Maurice estaba sufriendo una sensación extraña. Esa sensación que siente un niño al subirse por primera vez a la montaña rusa. El miedo, la ansiedad y una exuberante alegría se funden en una misma sensación provocando algo parecido a las últimas horas de Sid Vicius. Mientras intentaba recobrar la conciencia en lo que hacía, le pareció ver acercase a V. Todo estaba tan confuso en su cabeza que no sabía muy bien si estaba soñando o delirando. Una risa hueca resonaba en su cabeza junto a las palabras de V en el bar. Ahora por primera vez alcanzaba a ver la magnitud de la empresa. Cuando volvió al mundo real V se había sentado en un banco a su lado. Fumaba un Marlboro con la mano izquierda y un gesto antinatural. Llevaba en la mirada un brillo semejante al de un padre el día de Reyes. Intentaba ser lo más afable posible, pero se le notaba cierto grado de tensión en el rostro.
- ¿Sabes? Nunca fumo. Todo en Zamora es atrezzo, humo, niebla. Pero vamos tras el pastor siempre. Mira a tu alrededor, el redil es bonito, un poco viejo pero confortable. Y además no hay muchas ovejas. Y si un carnero sobresale, a otro redil. Hay que pintar el redil y librarnos del pastor
- ¿Y los lobos?
- Los lobos son los pastores. Incluso cuando no se disfrazan. Y ahora si, no tienes miedo a pensar por ti mismo puedes seguirme.

V se levantó sin mirar atrás, lanzó el Marlboro al suelo y comenzó a andar como quien pase por Santa Clara. Se regodeaba de la victoria que había conseguido ante Jorge. Supo desde un principio que Jorge tenía que ser el papel protagonista en esta obra de teatro.

La cabeza de Jorge estaba en ebullición. Tantas palabras, silencios y gestos en su cabeza que no se podían asimilar. Y cuando se quiso dar cuenta ya se había levantado y seguía a V. Su corazón estaba implicado en el proyecto aunque su cabeza aconsejara calma. Pero esta vez sabía que el corazón llevaba razón.

Durante todo el trayecto V no se giró ni una sola vez para comprobar que Maurice le seguía. No le hizo falta. Desde el momento en el que pronunció el discurso sabía que le seguiría. Mirar atrás era un signo de debilidad que V no podía permitirse. De todas formas una victoria siempre hay que saborearla y la sonrisa que se escapaba de sus labios le delataba. Jorge seguía detrás, inquieto, meditabundo, en una realidad paralela. Giraron una esquina y V empezó a afirmar con la cabeza: conseguido.
 

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