Segundas partes nunca fueron buenas, cuando se trata de romper el ritmo. En mi cabeza no existen partes y a veces ni siquiera orden. Existe un profundo caos que me hace caminar recto, desoyendo las palabras de los demás. Ella sin embargo me hacía hablar, que significa mucho más que escuchar, sobre todo para alguien que se pasa media vida hablando y la otra media pensando en lo que ha dicho. No necesito conocerla para sentir que desde el primer día la comprendo. Creo que le he creado un espejo que realmente conozco. Más cercano. Del que me da miedo escribir. Porque sólo así se hablar.
Cuando escucho Casandra pienso que estas canciones deberían nacer sin nombre. Y cuando escribo estos textos me siento sin alma, pensndo en que otra nueva parte vendrá.