Llevaba años soñando con ir a Barcelona. Sólo había estado 24 horas y me había quedado prendado. Se respira ese espíritu de ciudad que acoge el pensamiento. Aunque en las trincheras se intente vender una Barcelona diferente. Leí un libro sólo por empaparme de la ciudad. Y subí al Tibidabo, para sentirme como Loquillo. Sentado en su ladera se ve Barcelona. Se ven luces, mar y ruido. Oportunidades que no conozco. Arriba un parque de atracciones dónde me prometieron ir porque sigo siendo un niño.
Todavía no he ido pero está todo en mi cabeza. Incluso creo que he soñado una vez con un cadillac. Aunuqe era un 206 y estábamos en Zamora. Y estaba ella. Porque ella tiene muchos nombres y muchas formas. Y supongo que el cadillac puede llevarnos a cualquier parte. Y Zamora es más bonita que Barcelona, aunque no tenga su magia, ni su gente. Allí no seríamos unos locos que buscan la utopia con una cámara, un bolígrafo o un ordenador. No vadría el papel de víctima, por eso a los zamoranos les cuesta sobresalir en Barcelona. Les va mas el País Vasco y Madrid. Cataluña es un mundo nuevo. Cualquier lugar tras nuestras fronteras es un mundo nuevo. Hay que quitarse la boina al salir.
Mientras tanto sólo me queda soñar y esperar. Y verla a ella. Aunque haya muchas ellas y un sólo cadillac.
