El boulevard de los sueños rotos no están en Estados Unidos. Ni en méxico. Está aquí. Os lo digo de verdad, que lo he visto. Cada día pasea un montón de gente. Los fines de semana se abarrota. Ya lo dijo un pensador de esos que nos han llevado a la victoria: Abría que quitar los fines de semana, hacen pensar a la gente. Pensar cuando todo va mal no sirve. Por eso aquí pensar no sirve. Es mejor trabajar y dormir. O trabajar y trabajar. Dormir no sirve para desconectar.
Algunas noches he paseado por el boulevard. Antes era rojo. Rojo pasión. El último bastión contra todo. Porque así luchamos aquí. Contra todo, de vez en cuando. Ahora es gris. Gris. Gris. Por eso cada vez tiene más sueños rotos. Sueños que se deshacen como la arena al soplar. Sólo echo de menos a un guitarrista. Con el pelo largo. barba y una guitarra española. Que cante por Sabina o por Serrat. Que sepa cantar como Urquijo o Ismael. Que coja el cigarro como Quique o tenga la cara de Lichis. Que haya una sintonía de fondo en este peregrinar de almas errantes.
Porque dice mi madre que yo le escribo a las canciones. que las escucho una y otra vez aunque ya me las se. Que intento dialogar con ellas para que me digan lo que no oigo. Por eso, sólo por eso, necesito que al pasar por el boulevard suene música. Para poder pararme frente a la guitarra y oir lo que me dice que nunca me dijo otras veces. Para que los sueños, aunque sigan rompiéndose, se olviden durante un tiempo.
