Le vi abrir gas y sentí miedo. Y vi en el suelo a Biaggi, Stoner, Capirossi, Sete, Pedrosa y Lorenzo. Y una cara sonriente se acercaba a mi mientras me temblaba la mano del freno. La moto cada vez pesaba más y el calor apretaba más. Como correr unos San Fermines bajando el sacacorchos. Como intentar meterle la rueda a un Renault enfurecido.
El ruido de Jerez puede ser ensordecedor hasta que le tienes detrás. Todo se para, incluso las voces de miles de ilusionantes moteros. Se para el corazón y sientes el cambio de tercera a cuarta. Se oscurece el horizonte al pasar por Crivillé y pierde grip hasta el guante derecho.
Nunca sabes dónde está ni porque no vas rápido. No sabes porque te sientes como un maratoniano en el kilómetro 40. Pero él está ahí. Y lo seguirá estando, amigo. Sólo te queda rezar y aplaudir. Magia. Pura magia.