Todo el mundo señalaba a la FIA como la causante de todo el daño al deporte. El dedo acusador español salía a relucir en todo momento mientras yo cambiaba de cadena y me cabreaba con el pinganillo. Absurdo invento. Me imaginaba a sprinters sin sprintar porque el pinganillo desaconsejaba atacar y pensaba en el miedo. El mismo miedo que tiene que provocar salir a una plaza de toros aunque sea con una raqueta. Y mientras Verdasco se derrumba como casi siempre, los bólidos rojos quieren volver a resurgir con los caballos que le hacen falta al Renault de Alonso que sale desbocado. Y el autoplocamado mejor piloto de la historia se hunde mientras el banesto (que lo sigue siendo) tira a muerte para que otro murciano haga historia en el Tourmalet. Quienes no son capaces de pasar la montaña corren por Estafeta cegados por los primeros rayos de sol que son los mismos rayos que hicieron que Armstrong tuviera miedo de Beloki. Y un chaval de brasil que aprendió a ser piloto el año pasado sigue con paso firme ganándose el corazón de sus tiffosi. Porque en años difíciles la gente aprende a valorar lo poco que se consigue. Aunque seas el mejor y no lleves reparto de frenada