Este es el título del artículo escrito por Mario Crespo en la opinión. UN artículo que dice verdades como puños en un tiempo dónde la sociedad zamorana, nunca mira por su provincia y se disipa en problemas de los demás.
El fado es la expresión musical más conocida de la música portuguesa. A través de la letra y el acompañamiento de la viola, se expresan, entre otras cosas, los malos momentos de la vida, por eso, los temas más recurrentes suelen ser la melancolía, la nostalgia y la tristeza, todo ello aderezado con unas buenas dosis de frustración y fatalismo.
Zamora, vecina de Tras-os-Montes, no podía permanecer inmune al aroma pesimista del fado y cada día que pasa, podemos corroborar con más certeza que la nube gris del pesimismo portugués, cruza la frontera y se acerca más a nosotros.
Escribo estas líneas tan poco optimistas a raíz de la consecución total del proyecto "De Cacabelos al Camp Nou: una historia rojiblanca", la película documental, hecha por cuenta y riesgo de la ya famosa peña La Polla Rojiblanca, sobre su historia y la del club que da sentido a su existencia, el Zamora CF; película en la cual he participado en casi todos sus ámbitos. Ahora, llegados a este punto y mirando todo el proceso en retrospectiva (y a pesar de la altísima satisfacción que nos produce su consecución), me asaltan una serie de reflexiones que me han hecho escribir este Fado do Zamora.
En mayo de este año, durante la rueda de prensa que precedió al estreno del documental, una periodista nos preguntó que por qué razón habíamos decidido hacer todo de manera tan independiente en vez de pedir ayudas. No recuerdo la respuesta exacta, pero venía a decir que, teniendo en cuenta que los cuatro integrantes del proyecto teníamos experiencia en la petición de ayudas a las instituciones y empresas zamoranas para la realización de proyectos audiovisuales y literarios, éramos conscientes de que resulta harto más fácil predicar en el desierto con éxito que conseguir una subvención en Zamora.
No pretende ser este texto una amarga queja, simplemente un reflejo de la tristeza que te queda cuando ves en estos detalles culturales la imagen de una sociedad, que en su comprensible aburguesamiento, no apuesta casi nunca por los suyos.
En el año 2004 presenté a varias instituciones públicas y privadas un proyecto cinematográfico avalado por una productora aragonesa, recibiendo tan sólo respuesta del representante en Zamora de la Film Commision de Castilla y León (aunque bien es cierto que en algo tienen que emplear las subvenciones que reciben para rodar cine en la región). Al final, la cosa quedó en agua de borrajas, pero, en cualquier caso, se agradece la deferencia. Aún estoy esperando la respuesta de la entonces Concejala de Juventud, que ni siquiera mandó una carta de cortesía con un no, que era lo que esperaba.
Estas y otras muchas son las cosas que te hacen escribir estas líneas, que te hacen ver que Zamora está calada hasta los huesos por el pesimismo que narran los fados, por una desidia provocada por el aburguesamiento y el provincianismo al que están abocadas las pequeñas capitales de provincia. No creo que el caso de Zamora sea único en este país, ni creo que sea el peor de todos, ni que no tenga solución a largo plazo, lo que más me preocupa, es que Zamora y sus instituciones sigan sin prestar suficiente atención a los suyos, a los que se están yendo, a los que se quieren ir, a los que se tienen que ir, a los que se quedan y, en general, a todos.
Dicen que nadie es profeta en su tierra pero considero injusto, como zamorano, el hecho de que no sólo no haya suficiente infraestructura para apoyar a los nuestros en los distintos ámbitos, que pueden ir desde lo cultural a lo deportivo, sino también que desde los medios de comunicación locales se zamoranice, por ejemplo, al piloto valenciano de la GP2 Borja García (quien probablemente no sepa ni siquiera donde está la Calle Santa Clara), en una constante preocupación por encontrar zamoranos de éxito. Preocupación que paradójicamente se desprecia desde la base institucional. Crasa contradicción.
Mientras tanto, los zamoranos jóvenes y no tan jóvenes seguiremos viendo con tristeza cómo en Zamora apenas quedan puertas a las que llamar y que si queremos emprender algún proyecto, por modesto que sea, sólo tenemos la opción de ser independientes y trabajar sin recursos, a base de favores, o bien probar suerte en alguno de los escasos concursos que se ofertan. Claro que, siempre nos quedará la casi obligada opción de irnos fuera. Pero no importa, si algún día hacemos algo de cierto valor, no tardarán en volvernos a zamoranizar. Por desgracia, y parafraseando a Amalia Rodrigues, "todo esto existe, todo esto es triste, todo esto es fado".