Lloraba desconsolada y vestía de negro. Era una imagen goyesca por excelencia, parecía que iban a producirse los fusilamentos dentro del bar. Sin embargo yo sólo pensaba en lo corto de su falda y en el whisky de la barra. Eso ya cambiaba la concepción del arte, creo que Goya había dejado paso a los Monty Phyton. Puede que el encuadre de la cámara captara una imagen de cualquier película de serie B, pero el protagonista sabía que todo acabaría reducido al absurdo. La chica lloraba y era el centro del espéctaculo en aquel bar. Me gustaría poder decir que estaba en un antro de mala muerte, pero a esas horas era dificil encontrar algo más que un bar para la jet set pobre. Así pues no había borrachos de tercera, ni motoristas con ganas de pelea. Había un divorciado, o un soltero o un casado. La verdad es que no me fijé en él, no llevaba minifalda.
Tras varios minutos de deliberación, finalmente cogí mi whisky, me levanté y me acerqué a ella. Vi que su escote era mayor que el trozo de tela que tapaba sus piernas. Pensé en la cantidad de cosas que se podían hacer esa noche, le di un trago al vaso y me fui. Conseguí llegar a casa con el mismo calentón pero con 20 euros más. C'est la vie.
Tras varios minutos de deliberación, finalmente cogí mi whisky, me levanté y me acerqué a ella. Vi que su escote era mayor que el trozo de tela que tapaba sus piernas. Pensé en la cantidad de cosas que se podían hacer esa noche, le di un trago al vaso y me fui. Conseguí llegar a casa con el mismo calentón pero con 20 euros más. C'est la vie.