10 de julio de 1099: muere Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid Campeador.
"…llámase Bellido Dolfos,
hijo de Dolfos Bellido;
cuatro traiciones ha hecho,
y con ésta serán cinco."
Miente quien canta esos versos,
miente quien los haya escrito,
y quien dé fe al romancero
se está mintiendo a sí mismo;
que nunca usé villanía,
siendo hidalgo bien nacido.
Aunque haya normas de guerra,
la guerra misma es delito,
y eludirla debe ser
el primordial objetivo.
El traidor fue el Rey Don Sancho,
como hermano y como hijo,
joven imberbe, ambicioso,
que mereció su castigo.
Yo le maté, no lo niego,
y nunca me he arrepentido,
que aunque la historia ha fallado
contra mí su veredicto,
me absolvieron las esposas,
y las madres, y los hijos,
de los guerreros que hubieran
muerto sobre el campo frío.
Muera uno sólo por muchos,
homicidio o regicidio,
antes que muchos por uno,
inútilmente abatidos.
Ah, la historia, qué villana,
que razona el exterminio,
y a los patriotas apoda
traidores, si son vencidos.
Zamora, la bien cercada,
al inmolar mi prestigio,
salvé tus calles del fuego,
la vergüenza y el cuchillo.
Ah, las razones de estado,
el gobierno y su cinismo,
Doña Urraca, Arias Gonzalo,
más que consejero, esbirro.
Como traidor me trataron,
sometiéndome al suplicio
de cuatro potros salvajes
descuartizándome vivo.
Y al resonar en sus mentes
mis agonizantes gritos
reconocieron mi hazaña
sin atreverse a admitirlo.
Oh, política tartufa,
prostituta de caminos,
que reniegas del vasallo,
y aprovechas su servicio
Aunque me juzgue la historia
como traidor, no lo he sido.
“Asamblea de los muertos” Francisco Álvarez Hidalgo