
Mientras escribía el otro día sintiendo el frío al otro lado de la ventana escuchaba un cd que mi padre grabó para un viaje con mis abuelos. Sonaba Gardel y hablaba de volver a su casa, de esos emigrantes que abandonan su país, sobre todo que abandonan su ciudad, su gente. Me acordaba de todos esos familiares que en la posguerra marcharon a Argentina, Perú, Bolivia... De esos otros que tuvieron que meterse en el seminario porque sus padres, trabajando 24 horas al día no podían alimentar a todos sus hijos. La posguerra en los pueblos fue dura, la gente en esos tiempos era dura. Se tuvo que hacer dura, no quedaba otra. He visto a hermanos reencontrarse 30 años más tarde con un simple abrazo. Un abrazo que lejos de parecer frío otorgaba más calor que muchas de las manifestaciones que habremos vivido en nuestra vida. He visto a emigrantes llorar al ver piedras, no familiares ni conocidos: piedras.
Supongo que las personas que vivieron esa época no muestran sus sentimientos tan libremente como lo hacemos ahora. Los débiles se quedaban fuera de todo. Ahora todo es algo distinto. Antes 40 años sin ver a un hermano se solucionaban con un abrazo que decía mucho. No he visto a ninguna persona joven poder decir tanto con un sólo apretón. Digo, que ver a un amigo de la infancia es poder recordar, entre risas anécdotas de jóvenes, de cuando la vida era dura y los amigos valían más que el oro. Sin embargo las piedras no ríen y traen recuerdos tenebrosos. Pueden traerlos alegres, pero sin una voz cálida pero gastada por el frío invierno enfrente, se siente una añoranza del tiempo perdido, por los recuerdos que se guardaban debajo de la cama, con el dinero; porque cuando este se gastaba, los recuerdos eran lo único que podía matar el hambre. Y después de 40 años volver para ir a un cementerio y despedir a quienes tuvieron que sufrir la miseria a este lado del charco.
Después de esa emigración de zamoranitos, quizás la más dura que sufrimos quienes vimos viajar (o en mi caso vimos volver un tiempo) a nuestros seres queridos, se produjo una segunda oleada: la de nuestros padres. Quien tiene pueblo conoce que sus amigos vienen en verano. Con algo de suerte hay una serie de ellos que residen durante el año en Zamora. Quien sea de un pueblo más pequeño se conforma con condensar un año en 15 días. Nuestros padres no tuvieron que viajar miles de kilómetros y desprenderse de su familia para siempre. Ellos pudieron quedarse "cerca" y ver como las amistades se iban deteriorando con el tiempo, con la distancia hasta convertirse sólo en un buen recuerdo.
Y ahora, aqui estamos nosotros. La generación que iba a cambiar España, la que iba a sacar a nuestra provincia del olvido. La que crecía con facilidades, la que vivió los 80, el baby boom, la recuperación de España, la de los obreros burgueses... La misma Zamora. Emigración para todos. Mientras estás en el instituto, la emigración te queda lejos, si has vivido una emigración que ya fue, gente que habías perdido antes de nacer, gente que has reencontrado, una sorpresa en tu vida. Sin embargo, cuando llega la universidad, cuando vives la que dicen que es la mejor época de nuestras vidas, vemos como esa dispersión sigue produciendose. Vemos marchar a amigos que se van a estudiar fuera y nos consolamos porque tenemos Internet y los podemos ver de vez en cuando. Cuando el trabajo nos absorba, nos robe de la ciudad y nos demos cuenta de que quienes nos despertaron a la vida, nuestros colegas de borracheras, quienes nos llevaron al peligro a vivir a nuestra forma, a crear las normas se han ido lejos. Ya es tarde, ya hay que conformarse con verse dos puentes al año. Queda Internet. Internet conecta, Internet acerca, pero en Internet no te puedes ir a un bar a las 5 de la tarde y acabar a las 11 con un ciego considerable. Y mientras la responsabilidad nos lo permita, nos reuniremos aunque sólo sea una vez al año, nos tajaremos como perras mientras la "nueva generación que salvará Zamora no se dará cuenta de que quienes están ahora mismo con ellos en San Martín, en unos años tendrán que repetir la historia.
A quienes, en estos 4 años de carrera se fueron lejos, se van yendo poco a poco, hasta convertirse tán sólo en un GRAN, GRAN recuerdo.