Hace ya tiempo, puede que un año que puse esta canción aqui. Hace menos, recuerdo que en una noche de borrachera, o una tarde o una mañana (con alcohol de por medio), Jaio me dijo quiero escribir sobre ello. Sobre ella. Quemando tus recuerdos es una canción que pega en Zamora. A mi madre le sigue pareciendo mal que Robe se haga un tambor con sus escrotos.
Voy a empaparme en gasolina una vez más
voy a rasparme a ver si prendo
y recorrer de puta a puta la ciudad
quemando todos tus recuerdos.
Tan fría siempre. Distante. Jugando a tenerlo todo en tu pequeño mundo. Te escandaliza verme dando tumbos por la vida. Sin un rumbo. Cuando vi en una librería Los Renglones torcidos de Dios pensé que yo no soy ningún renglón por lo que este libro no puede hablar de mí. Tu siempre jugabas a mirarme a los ojos y dejarme sentirte cerca. Un juego de niños, de quinceañeros. Tu lo eres y yo pronto lo seré. Es un juego militar, totalmente organizado. Si yo me acerco tu sonríes y en un rápido movimiento estás tras de mi. Si no me muevo te aburres. Nunca serví para ir al ejército. Cuando piensas que beber es divertido pierdes el control. Yo lo perdí del todo hace tiempo, pero encontré algo. Como David González en la cárcel. No entiendes porque leo a David, ni porque lo primero que hago cuando me conecto es pasarme por los blogs de Clifor, JAB o Mario. Tú todavía no has perdido el control. Cuando pasa el tiempo voy comprendiendo tu juego, pero las reglas cambian. Entiendo ese día que quisiste ver a Jim Morrison en el 43. Yo estaba con un cajón de madera tocando Los mismos clavos. Es la canción y tu no lo entiendes porque piensas que te mereces una Nana de quebranto. Si te quedas conmigo aquí, sabrás que mi palabra viste de rojo carmesí.
Cuando aprendí tu juego sonreiste. Me miraste a los ojos diciéndome, lo sabes, hazlo. Por un momento creía ser Patton pero nunca pensé en los aliados y aquella noche en Videmala vimos como conquistaban nuestro único territorio. Malditos aliados. Abatido en retirada, como quien deja las drogas por miedo a la sociedad. Una noche, como un tiro a quemarropa atravesaste mi brazo. Todavía no se cuanto puedo tardar en desangrarme. Meses, años. Había testigos del crimen, pero sólo yo leí la nota. A las 3 en el callejón, sin armas. Y allí fui desarmado, física e intelectualmente. 20 chupitos pueden tumbar a un hombre, pero nunca a uno que se desangra. En el callejón perdí la consciencia. Otra bala al otro brazo. Y ahora sigo sin poder quemar tus recuerdos. Hasta el sábado, dónde los buitres salen de cacería. Cuando yo salgo de cacería.