En un camino siempre hay un porqué, un motivo. Algo que te empuja a salir a la carretera. Siempre ha habido un porqué, como el que te obligaba a sentarte en la última fila. A mirar por la ventana y dibujar en la mesa. Mi colegio estaba al lado de un cárcel. Desde el patio veo furgones pasar. Ellos ven autobuses llegar. Vallas y guardias. Ven la cárcel de la vida. Yo entendía qye ellos tenían un porqué en ese viaje.
Más tarde aprendí a saltar la valla y ver la ventana desde fuera. A mirarme en su reflejo. En la otra cárcel tambien intentaban escaparse. Nunca pudieron auqnue salieran de sus muros. Todos esperábamos en la carretera. Una recta larguísima que llega hasta el horizonte. Atrás un recorrido conocido. Siempre quise caminar hacia delante pero me quedaba parado por el reflejo de la ventana.
Un día, años más tarde, me volví a parar. Y aquí sigo, porque todo Camino tiene un porqué. Como la película. Y yo no sé el mio. Ya lo escribí ayer en un hoja de papel. Porque me fijo en el paisaje y me paso todos los cruces; y a veces creo que me falta gasolina. Y si, ahora voy a encender un cigarrito y pensar en todo lo que ha pasado.