Cogí la guitarra y empecé a intentar sacarle notas. Sin modelo, sin pensar. Aprovechar el buen rollo que da una guitarra. Quería que me salieran ritmos fáciles pero animados, como a Los Delinqüentes. Empiezan a salir notas, acordes. En mi imaginación aparecen principos de canciones. Por un momento vuela, se paran mis manos. Me imagino un local de ensayos. Los colegas y algunos amigos viéndonos tocar. O un día relajado en un piso de estudiantes. Y coger la guitarra y volar. Y volar y toser.
Cuando pasan los minutos desisto porque sólo se tocar una canción que aprendí hace 4 años. Como con la flauta en clase sólo supe tocar Thalberg. Y nunca le puse interés a ninguna otra cosa. Y es que la guitarra es un estado de ánimo. Y a mi me frustra no poder sacar lo que llevo dentro. Que lo que está en mi cabeza no se traspase a mis dedos. Como tantas otras veces que mis dedos no nos obedecieron.
Y así sentado frente a la estación de tren. la vieja estación de tren deberían llamarla. Miro a la luna y te veo a tí. Y paso frío, aunque estuvieramos en verano. Y la luna es un puta porque no le gusta Standby. Y a veces llora y me moja el pelo y la guitarra. Y las cuerdas mojadas desgarran o chirrían. Es un sonido desagradable que alimenta el corazón de la luna. El mio necesita droga. Y amor, claro que necesita amor, pero a mi los camellos todavía me fían. Aunque tenga que ser amor de mala calidad a buen precio. Y al irme dejo la funda mojada. Tirada. Como la luna, que es muy puta pero todas las noches me quedo con ella.