El día que salta la noticia de la separación de La Fuga es el día posterior a la noche en la que descubro que Croacia está demasiado lejos de Galicia y que por el camino existen tantas cosas que ni una fórmula mágica, pronunciada por la chica que me enseñó que la poesía es algo más que un montón de letras que cuentan mi vida, puede remediar lo irremediable. La noche en la que conocí la distancia real entre Croacia y Galicia fue la noche en la que Felipe Massa vio como enganchado en la puzzolana, Hamilton le adelantaba hasta un restaurante de comida rápida que le mataba la poca ilusión que le quedaba tras su último accidente. Una retirada a tiempo es una victoria. Él lo sabía, yo lo aprendí esa noche y lo olvidé a la mañana siguiente.
La noche anterior a la última carrera de fórmula uno fue la noche más larga para vivirla fuera de la ciudad, pegado a una televisión que veía como acababan con los sueños de 2000 personas. Era la noche de los cristales rotos pegados en celofán blanco que nadie había querido recoger en toda una semana con sus siete días. Esa noche, la que había acontecido 168 horas antes, había sido el fondo del fondo. Y si, existe y no se sale nunca a la superficie, aunque a veces se puede intuir desde lejos.
Y esa noche, en una de sus interminables horas entre acordes de guitarra, niñas sin voz y corazones rotos pensé que alguien se merecía una puta alegría. Y las alegrías vienen y van cuando les va en gana, suelen ir acompañadas de sus iguales y casi nunca se alternan para gusto del personal. Es por eso que recurrí a la violencia como último término para que las alegrías llegaran. Nadie trabaja ya como la mafia de los años 20 porque ahora ya no piensan que meter a once personas en un cuarto oscuro parece un accidente. Aunque para accidente ya estaba la tarta y todo lo que después se torció, porque sino esto no sería un cumpleaños como dios manda ni nosotros seríamos una mala imitación de los Blues Brothers sin querer ir, nunca, de ello.
Si, no lo niego, quizás una forma menos sangrienta y, bajo mi punto de vista, también menos espectacular hubiera sido presentarse de traje en un bar clasista a solucionar los problemas como lo hacen los caballeros: con alcohol. Aún así siempre se me dio bien hacerle daño a las personas mientras disparo al aire una pistola de balas que hacen más daño del que creo.
Lo bonito de la vida es que se pueden resumir 21 años en una sola semana si quitamos los detalles que no marcan más que notas a pie de página. Diría que la vida puede resumirse en una sola palabra que tiene 5 letras y empieza por loser y acaba bastante parecido. Pero hasta para un periodista que se gana la vida contando lo que ocurre dentro de un rectángulo le parece simplificar demasiado si no estás borracho viendo como el sol se te mete en los ojos.
Boss, si hay algo en esta vida que odio es dar consejos, así que no te daré ninguno ahora, porque me los voy a guardar para otro momento cuando no tenga que pensar en que es lo que cambia en 356 días con sus 363 noches. Sólo puedo decirte que volveremos a salir y entrar en garitos, bares, estadios de fútbol o bares que estén cerca de estadios de fútbol. Que saldremos por la noche y volveremos por el día. O saldremos por el día para volver, pasada la noche, al siguiente día. Que volveremos a sentirnos incomprendidos y acumular experiencias para guardar en fotos de una red social y textos de blogs cada día menos llenos de polvo. Que la ciudad se llenará de ti y de mí, pero también de nosotros y de vosotros, y ya no más de ella. Que saldremos en unos días, como siempre, pa volar.