El traje de poca marca, bien limpio, marcando estilo. El sombrero calado hasta los topes y algo ladeado, que así lo vi en la tele. Una faria, una pistola de calibre 0 y el whisky en la mano libre. Un afeitado italiano. Clase y elegancia. Las nuevas tecnologías frente a tus ojos, cansados, marchitados por el alcohol. Redes sociales, blogs, y páginas erótico festivas. La sangre empieza a mezclarse con alcohol 110% y la verguenza deja paso a frases sacadas de lo más hondo del hígado. A frases que te golpean el resto de órganos internos y buscan una salida desesperadamente. Cuando salen, se pierden, se difuminan, hacen mucho menos daño del que hacían dentro. Son vacuas. Son un intento de bala de fogueo.
La camisa negra como la corbata. Look de noche de ánimas o de soledad de octubre. Look de loser. Apariencia oscura que esconde menos de lo que debería. Que esconde, o intenta esconder, sentimientos que se escapan como lágrimas por los ojos. Y nena, ya lo dijo Loquillo, no estás tú, nunca estás tú. Y si estás no acierto con ninguna bala. Nunca disparo al centro de la diana. La ley seca no sólo es un estado de ánimo. La ley seca es llegar a casa sin más líquido que limpiarse en las mejillas. La ley seca es decir "te odio" y callar y dar la vuelta. Con clase, corbata y traje negro.
Tú, Carrie nation, con pistola e ideales. Yo no le temo a las balas porque soy más romántico que Larra, pero me apabullan tus ideales tan fuertes. Por eso mi pistola, como la tuya no dispara y no mata ni jugándonos la vida. Pero tu ley seca me mata sin necesidad de girar el tambor y apretar el gatillo. Y tendremos que tener un duelo al sol algún día. Cara a cara y sin sombreros para cubrirnos las miradas que no quieren cruzarse. Lo sé. Sé que la mataré