Vas caminando despacio. Sin ganas de sonreir.
El mp3 escupe canciones sin miramientos. No se preocupa de tu estado de salud mental o emocional. Ese será un invento del siglo XXII para neohumanos descritos por Houellebecq. Las piernas cada vez están algo más cansadas y el frio vaho del casco antiguo puede traspasar huesos y pantalones vaqueros. No te olvides nunca que tú puedes ser el siguiente en caer de rodillas frente al féretro de un amigo, es ley de vida.
bajo el burlón mirar de las estrellas que con indiferencia hoy me ven volver.
La misma historia con diferentes tintes de cada viernes. De cada semana que se hace eterna fuera de casa y que a la vez vuela como la pólvora. Olor a rueda quemada y gasoil que te invita a dejar un día más la ciudad. Luces que a lo lejos se van empequeñeciendo, como lo hace la ciudad, como lo hacen sus políticos que viven de las rentas, como lo hace tu vida allí que termina, como si el autobus se fuera alejando sin remedio un viernes más.
Solo es un esfuerzo relativo. Yo no pido casi nada
Respirar de vez en cuando y ver que en esos segundos sólo has cogido aire y nada ha cambiado a tu alrededor. Sentir por una vez que existe la calma, que si cierro los ojos no vas ni a aparecer ni a desaparecer. Porque este sitio esta lleno de miedos y lágrimas, sobre todo de miedos. Miedo a que cuando giremos la cabeza ya no haya hacia dónde mirar, ni siquiera haya un amanecer en naranja y negro que dilate las pupilas y deje un nanosegundo de ceguera para olvidar.
Dime que es mentira todo. Un sueño tonto y no mas
¿Y si ya no importa nada más que la simple supervivencia?, ¿Y si hay veces que el suelo es tan cómodo que ya no quieres levantar?, ¿Y si me da miedo que no se oiga mi voz? Creo en los fantasmas que se acercan cada noche a mi corazón y le hacen escupir letras de desamor. Creo en los juguetes rotos que me amargan los despertares en portadas de periódico. Creo que algún día acabaré como ellos. Al menos habré volado alto, tan alto que no me hagas daño.
estas ganas de nada, menos de ti
Porque si me enciendo, me quemo. Si me quemo tú te acercas a las brasas y juegas con ellas como juega un niño con su primer juguete: con amor, con deseo, con deseo incontrolable y la vez con desdén porque ya vendrá otro juguete. Que ya no me hace falta pincharme alcohol en las venas del brazo porque para decir "con Dios" a los dos nos faltan cojones y nos sobran motivos. Porque he dejado el vaso guardado con los cromos en un cajón y he esperado a que el viento me despeine las ideas.
Es una historia que se escribe en las postales con la necesidad de madrugar los lunes
Y es que, es cierto, la suerte es una ramera de primera calidad.