Íbamos ocho. Éramos ocho. Yo no recuerdo nunca a tanta gente y eso que ya son ocho años que me han parecido dos o tres. Éramos ocho y sin embargo la mitad no le conocían. Si no son la mitad, alomejor sólo eran dos o alomejor tres. La cosa es que allí dentro todo se magnifica. Ocho corazónes palpitando o cantando o siguiendo una partitura que se clava en los tímpanos. Izquierda, derecha, vamos hermanos. Por Miguel José. Por Miguel que se vá. Por nosotros, joder.
Íbamos ocho. Éramos ocho. Desde el silencio de la noche estábamos todos. Hermanos, un año más. Nervios, ilusión interrumpida por una lluvia que se quiso colar el año pasado. Buena carrera, hermanos. Sin hacer ruido, sin molestar, andando, a ritmo, y brillando en el sol tímido que no se lo quiere perder este año.
Íbamos nueve. Éramos ocho. Va por Miguel José. Y las fuerzas que impedían que Redención llegase de la plaza al museo se multiplicaron. Vamos chicos, cómo sabemos. Y Redención se movió solo. Y caminaba como no lo había hecho nunca. Y al llegar al museo silencio. Sólo silencio.
Íbamos ocho. Éramos ocho. Los ocho guardábamos silencio. Suena Mater Mea. Bailan "Las Marías" pero sigue el silencio. Abrazos sinceros. Silencio. Rosas. Silencio. Láminas. Silencio. Íbamos ocho pero éramos nueve.