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Surreal life

5 de junio de 2010

Monstruos de terrazas

Me dan miedo las terrazas desde que te conocí. Me da miedo pasar, salir a la calle si no es contigo. me das miedo tú. Es el eterno ni contigo ni sin ti. Y ahora me escondo de los monstruos que viven en mi calle, en el tercer banco según subes hacia el centro. Tengo miedo de los monstruos porque nadie los mata por mí.

Quiero regalarte una espada de Damocles para que salgas con ella a la calle y de paso yo escapar por la autopista hasta la ciudad del viento. Si, dicen que allí tenías un cartel con tu nombre. Lo tenías. Tenías tantas cosas y yo tenía tanto que darte. Salgo de casa con una camiseta de los Beatles para poder cruzar pasos de peatones y el sol le hace daño a mis Ray-Ban. Cruzo la calle por el paso de peatones, primero John Lennon, luego yo. Paso al lado del primer paso de cebra y ya no se sienta nadie. Me he sentado a menudo allí a esperar a que saliera la luna y vocearle: ¡PUTA! Y así poderme ir a la cama. Es un banco de madera gastado, con inscripciones de adolescentes:

Cristina x Marcos

Marta x Javi 08 -11- 07

Visca el barça

este es mi sitio y esta es mi espina

696765730

Nunca he escrito en un banco porque nunca he tenido tiempo libre sentado en un banco. Ahora lo tengo pero no se me ocurre nada que siga con el mismo sistema ideológico del banco.

Sigo caminando por la sombra. Las gafas de sol han pasado de ser un elemento de salud a ser un complemento. Las Ray-Ban no, siempre fueron un complemento. Llego sin mirar al tercer banco y ahí estan dos monstruos hiperdesarrollados. Juntos, acariciándose y besándose. Disfrutando de un verano que nunca acaba, viviendo como peces de colores, como peces en una pecera con castillo submarino. Dos monstruos que nadie mata por mí, que me toca rodear y esquivar. Monstruos de la memoria que me perturban y me miran y yo no los quiero mirar pero los veo y pienso y corro y se me acelera el corazón. Y entonces paro y estoy muy lejos, tan lejos que te busco con la mirada pero no estás. No hay nadie, como si hubiera corrido hasta desgastar las suelas de las zapatillas. Como si estuviera fuera de la ciudad, en medio de la nada, acercándome a otro lugar que no veo. Y mientras expulso el aire frío, congelado, e lo más profundo de los pulmones, se hacia dónde debo caminar aunque no vea horizonte.

Y allí dónde voy a hay una terraza con 5 mesas y 20 sillas. Hay sombreros y gafas de sol, mecheros y cajetillas de tabaco. Hay gente, mucha gente. La mayoría no se parecen a mi, al menos no los conozco, no los distingo entre ellos, no quiero reconocerlos. Me miran, se ríen, sonrien, no se sorprenden y cuchichean. Son monstruos, monstruos de la memoria, como los de Goya y vuelvo a correr. A lo mejor estaba equivocado, no tenía que venir aquí, no tenía que huír hasta aquí. Pero veo por fin otro humano, un caballero, un hidalgo. ¿Serás tú quien mate monstruos para mí?
 

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