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Surreal life

10 de noviembre de 2010

Tangente

En geometría, una recta tangente es aquella que solo tiene un punto en común con una curva, es decir la toca en un solo punto, que se llama punto de tangencia. La recta tangente indica la pendiente de la curva en el punto de tangencia.
En trigonometría, la tangente de un ángulo es la relación entre los catetos de un triángulo rectángulo: es el valor numérico resultante de dividir la longitud del cateto opuesto entre la del cateto adyacente a dicho ángulo.

No soy un hombre de ciencias. Tampoco de letras, pero logro entender la casualidad de una tangente. Las pocas posibilidades que tienen un punto y una linea de coincidir y que sin embargo coinciden. Así como me veo totalmente incapacitado para definir la relación que mantienen dos catetos, dos lineas que se diluirían si no encontraran un lugar sobre el que apoyarse.

Era un domingo de octubre, antesala de lunes fríos. Era un domingo porque habían sonado ya las doce campanadas, como cuando el Old Bayley dice que ya no es 4 de noviembre y que puede empezar el recuerdo. Era una noche fría a la orilla del río. Yo era un punto, un simple punto perdido entre una maraña de lineas paralelas que discurren a lo largo de una vida. Y no creo en la casualidad de que me encontrara contigo porque ese sólo era el lugar elegido por el destino o por dios jugando a los dados o por la necesidad.

El dónde no importa, ni siquiera el cuando. Nadie le pregunta a un punto en que momento de su existencia sintió la irrevocable necesidad de tener una linea que le cruzara a él y solamente a él. Como si sin ella no sintiera la vida.

Aun siendo así, casual todo, la perpetuidad es complicada, diría que imposible. Lo casual, si existe, se desvanece. Es una ilusión pasajera, una sensación efímera. Es una unión que explota en un momento determinado pero se acaba desvaneciendo en el eco del vacío.

Todo esto es tangente.

Pero, ¿cómo podría yo llamar a la sensación que se crea de forma extraña, posiblemente tan imperceptible para el ojo humano y para el resto de los sentidos que no podemos explicarla? Casualidad decimos, sí, casualidad. Es fácil alegar eso cuando lo desconocemos. Cuando queremos poder no controlarlo para así, cuando desaparezca, poder maldecirnos. Porque era una noche en el río y una pequeña conversación, tal vez un ¡Hola! ¿Que tal? Fue lo que originó todo esto. Pero si no fue esa conversación tal vez tiene que haber algo que lo explique. Algo que me diga que hace que las relaciones que unen dos finas hebras pasen de ser el sujeto a circunstanciales.

Es raro como se da la vuelta todo, como se da la vuelta en el aire una rebanada de panecillo integral y crea tensión por saber si caerá del lado bueno o del malo. Casualidad, no. Ni siquiera una ley del famoso Murphy. Si la tostada se cae es simplemente porque tenía que pasar. Porque era totalmente necesario.

Necesidad, sí, esa si es la palabra. Necesidad. Eso fue lo que creó un pegamento especial. La necesidad del apoyo del triángulo rectángulo para no caerse sobre un folio blanco. La necesidad de, sin saber bien cómo, ir superando obstáculos que interrelacionan teorías, hasta darnos cuenta de que tan sólo es la experiencia y quizá unas viejas ray-ban el comienzo de todo. Y el final. El círculo concéntrico que se repite y que no tiene final.

Tangente es conocerte por casualidad y que ahora solo una extraña casualidad sea capaz de hacer que no nos veamos.

Tangente es escribir, divagar, para decirte que las noches que lloras me gustaría llevarte a Las Vegas, Brujas o Berlín. Y vivir, pecas.
 

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