Tan sólo te quedan unas ilusiones en el bolsillo que nunca quisiste tirar en aquella via del tren. Antes de salir de casa lo sabias, las posibilidades de ganar eran nulas, pero tu te plantaste allí delante. Con descaro y algo borracho, bueno unas cervecitas nunca vienen mal. Era el Dia D, la hora H e incluso el minuto M. Era el momento que llevabas esperando toda tu vida. Bueno, quizás decir toda la vida es algo exagerado, pero esta historia la escribes tú, asi que no importa exagerar de vez en cuando. Te sentias como el lobo que ataca a una manada de corderitos y sin embargo sabías que eras tu el que estabas acorralado; el que sentía que su aliento se convertía en vaho porque su sangre era ya horchata. Levantaste la mirada, esquiva como siempre. Segunda planta de un piso de ladrillos viejos. Es curioso lo gracioso que puede ser ver a un joven (¿porqué no? cada uno es joven hasta que se siente viejo) sentado frente a un edificio casi en ruinas esperando al momento que le ha quitado el sueño durante mucho tiempo. Es un poco
Matrix y un poco de
Los Millonarios. Es
esa imagen mitad dadaista, mitad Monty Python que muchas veces has vivido.
Y alomejor todo esto que estas pensando, todas estas cosas sin sentido que se te escapan de la cabeza por la imposibilidad de atender a todas, esa sensación de vacío permanente te hacen distraerte de que por delante tuyo, mientras mirabas una absurda ventana de una absurda casa de absurdos ladrillos, en dónde por una absurda coincidencia tenía que dar un vuelco tu absurda vida , pasaba la mujer de tus sueños. Quizás si o quizás no. Pero si sigues mirando la ventana no lo sabras.
Bienvenidos al absurdo
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