Digo que ha empezado el invierno porque la gente se va transformando, y allí dónde antes había prisa, ruido y vértigo durante el día, para dar paso a ese ritmo cadencioso que acompaña a los paseos veraniegos de los que trás 8 horas trabajando quieren respirar el aire fresco; ahora uno se encuentra con ese murmullo que acompaña a los días previos a las vacaciones. Todos sentimos, al menos en mi barrio, esa sensación de cosquilleo, no por la navidad, ni por la nieve, ni siquiera el frio que nos obliga a taparnos, incluso me atrevería a aseverar que tampoco es por el reencuentro con la familia que durante al año acampa fuera de la muralla. Es ese algo especial que, en mi ciudad, se siente cuando a las 8 de la tarde o las 8 de la noche, dependiendo de la época, uno puede salir a la calle y encontrar gente.
Desde mi ventana, que da a una pequeña plaza, dónde sólo entra el frío y rara vez se ve gente si no es para esconderse de las miradas, empieza a verse movimiento, aunque sólo sea el de coches que llegan y van, o el de las bolsas del supermercado llenas para recibir a la familia en unos días. Desde mi ventana, estos días se puede sacar la nariz durante unos segundos antes de que se te ponga roja y sentir como estas solo, como todas las luces de las ventanas, están ocupadas frente al televisor, como sin darse cuenta, están perdiéndose que llega el invierno. Siempre que llega esta estación me alegro de vivir en mi pequeño barrio obrero, sin ruido, sin gente, sin luz, tan lejos y a la vez tan cerca; me alegro de poder por unos instantes sentirme como hace años, cuando no había coches apenas, cuando se reunía de verdad toda la familia, cuando las ciudades no dejaban de ser grandes pueblos.
Lo que no puedo ver desde mi ventana es la calle principal de mi ciudad abarrotada de gente, por eso me gusta tanto salir a la calle y ver lo que podríamos haber sido si el destino no nos hubiera guardado tan futil final. Es curioso, pero cuanto más tranquila es una ciudad, más adoramos el bullicio de unos días, y sin embargo si viajamos a otra ciudad, nos perdemos en ese bullicio.
En defenitiva, aunque el calendario no marque lo mismo, hoy para mi comienza el invierno, al menos en mi ciudad, en mi barrio y en mi ventana.
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