There is a train, it's leaving today it's leaving today and I'm gonna get on it
La vida es un andén largo, muy largo. Lleno de curvas, subidas, bajadas, puntos ciegos, túneles y paisajes inolvidables. Es un recorrido duro pero lleno de satisfacciones. Casi nadie decide pararse a mitad de camino y desistir. Hay algunos que deciden recorrerlos más rapidamente y otros que van disfrutando del paisaje. intuyo que no a todos nos toca el mismo recorrido. Que a algunos les tocan días lluviosos y a otros, por suerte, casi siempre nos hace sol. Hemos tenido suerte.
Yo comencé a caminar hace ya algunos años. Recibí, lo reconozco, mucho apoyo en mis primeros metros, me enseñaron por dónde ir y hoy recojo los frutos de todo ese esfuerzo. A algunos de esos compañeros de viaje hace mucho que no los veo. Los echo de meno y sé, que me siguen apoyando, desde dónde esté en estos momentos su viaje. A otros los tengo ahora, recorriendo conmigo el camino, luchando por no quedarse atrás, apoyando al que sufre, al que no puede, y gastando las suelas de las zapatillas.
En este camino duro, de vez en cuando, muy pocas veces, pasan trenes a los que hay que subirse. Por mi vida no han pasado muchos pero he intentado cojerlos todos. El último que cojí fue el de El Tren del Gol. Lo cogí y me tocó conducir a mi el tren. Posiblemente demasiada responsabilidad para alguien que estaba todavía viendo como florecía la primavera. Lo cogí y, por suerte, ví como mucha gente se unía, se subía al tren y no lo dejaba descarrilar.
No se hasta dónde llegará, dónde nos llevará, o cuanto tiempo tardará la gente en coger otro tren. Sin embargo, hoy ha salido un tren y lo hemos cogido. Nos llevará a un destino superior y estamos dentro.
And it´s going away, going away, going away now going to a higher destination let´s get on it.
En geometría, una recta tangente es aquella que solo tiene un punto en común con una curva, es decir la toca en un solo punto, que se llama punto de tangencia. La recta tangente indica la pendiente de la curva en el punto de tangencia. En trigonometría, la tangente de un ángulo es la relación entre los catetos de un triángulo rectángulo: es el valor numérico resultante de dividir la longitud del cateto opuesto entre la del cateto adyacente a dicho ángulo.
No soy un hombre de ciencias. Tampoco de letras, pero logro entender la casualidad de una tangente. Las pocas posibilidades que tienen un punto y una linea de coincidir y que sin embargo coinciden. Así como me veo totalmente incapacitado para definir la relación que mantienen dos catetos, dos lineas que se diluirían si no encontraran un lugar sobre el que apoyarse.
Era un domingo de octubre, antesala de lunes fríos. Era un domingo porque habían sonado ya las doce campanadas, como cuando el Old Bayley dice que ya no es 4 de noviembre y que puede empezar el recuerdo. Era una noche fría a la orilla del río. Yo era un punto, un simple punto perdido entre una maraña de lineas paralelas que discurren a lo largo de una vida. Y no creo en la casualidad de que me encontrara contigo porque ese sólo era el lugar elegido por el destino o por dios jugando a los dados o por la necesidad.
El dónde no importa, ni siquiera el cuando. Nadie le pregunta a un punto en que momento de su existencia sintió la irrevocable necesidad de tener una linea que le cruzara a él y solamente a él. Como si sin ella no sintiera la vida.
Aun siendo así, casual todo, la perpetuidad es complicada, diría que imposible. Lo casual, si existe, se desvanece. Es una ilusión pasajera, una sensación efímera. Es una unión que explota en un momento determinado pero se acaba desvaneciendo en el eco del vacío.
Todo esto es tangente.
Pero, ¿cómo podría yo llamar a la sensación que se crea de forma extraña, posiblemente tan imperceptible para el ojo humano y para el resto de los sentidos que no podemos explicarla? Casualidad decimos, sí, casualidad. Es fácil alegar eso cuando lo desconocemos. Cuando queremos poder no controlarlo para así, cuando desaparezca, poder maldecirnos. Porque era una noche en el río y una pequeña conversación, tal vez un ¡Hola! ¿Que tal? Fue lo que originó todo esto. Pero si no fue esa conversación tal vez tiene que haber algo que lo explique. Algo que me diga que hace que las relaciones que unen dos finas hebras pasen de ser el sujeto a circunstanciales.
Es raro como se da la vuelta todo, como se da la vuelta en el aire una rebanada de panecillo integral y crea tensión por saber si caerá del lado bueno o del malo. Casualidad, no. Ni siquiera una ley del famoso Murphy. Si la tostada se cae es simplemente porque tenía que pasar. Porque era totalmente necesario.
Necesidad, sí, esa si es la palabra. Necesidad. Eso fue lo que creó un pegamento especial. La necesidad del apoyo del triángulo rectángulo para no caerse sobre un folio blanco. La necesidad de, sin saber bien cómo, ir superando obstáculos que interrelacionan teorías, hasta darnos cuenta de que tan sólo es la experiencia y quizá unas viejas ray-ban el comienzo de todo. Y el final. El círculo concéntrico que se repite y que no tiene final.
Tangente es conocerte por casualidad y que ahora solo una extraña casualidad sea capaz de hacer que no nos veamos.
Tangente es escribir, divagar, para decirte que las noches que lloras me gustaría llevarte a Las Vegas, Brujas o Berlín. Y vivir, pecas.
Mikel Zarrabeitia. Un estrella sobre el escudo. Un generador de agua y luz. Sánchez Dragó. Canciones al atardecer. Energía naranja. Linternas y velas. N-122. Benidorm. Chupitos y lolitas. Cafés con tarta. Discos motivantes. Enredos. Buzz. Videmala. Zamora. Empanada y reloj. Se lo que hicisteis el último verano. Palillos planos. Y resaca.
Es mejor vivir que recordar. Guardémoslo todo en la memoria para recordar el año que viene. Ahora vivamos.
Pasa. Pasa el tiempo. Pasa el verano. Pasa todo, siempre. Es invierno. Llueve. La gente saca la ropa de invierno. Mercadona saca los polvorones. Es invierno. Es tristeza o al menos melancolía. Aún no ha acabado el curso 2009-2010 porque los trámites burocráticos van despacio y no entienden de estaciones. Es invierno porque llueve de noche. La ciudad es gris y los cafés se llenan de abrigos. De vaho. De cafés sin hielo. La música en los coches es pop suave. Suenan cantautores falsos con sus protestas cívicas. Es invierno. Aquí casi nunca nieva y la lluvia es triste. He perdido la costumbre de caminar por la noche. Ahora observo a gente corriendo. Buscan su anterior vida: más joven, más llena. Los coches parecen peatones. Son peatones. Pueden ir por las aceras para hacerles compañía. Es invierno. Es una sensación térmica de comienzo del frío aunque aún se pueda salir a la calle. Es la ciudad vacía, triste. Es la gente emigrando, emigrante. Llevaba muchos años al otro lado de la trinchera y no me acordaba del silencio. Todo tiene su belleza. También vivir a contracorriente. Miedo a salir. Miedo a desaparecer. Vi a muchos desaparecer en invierno. Volver en verano. Mi madre dice que todo es cíclico. La televisión me dice: "Todo es cíclico". Nada es cíclico. La gente se olvida de que somos exotérmicos y desprendemos calor. Y en invierno se nos va un poquito de vida.
Joseba, tío, tenías al país entero detras de ti. Estábamos todos enganchados a la televisión sufriendo por el caluroso Julio y porque había un texano más rápido. Joseba, tío, ese era tu año, yo lo creía, porque ibas a tope con tu maillot rosa que volaba, con una maglia. Joseba, tío, estaba en el pueblo en una vieja tele pixelada en la que es dificil distinguir los dorsales pero vi como se me caía el alma mientras el texano esquivacaba una chicane movil.
Joseba, tío, era 14 de julio y en Francia todo el mundo salía a la calle a celebrar la fiesta nacional, sí tío, tenía que ser un 14 de julio cuando nos jodieran. Joseba, tío, te fuiste al suelo y contigo se fue toda España. Eras el gol fallado por Cardeñosa y la canasta de Romay que no entraba, eras la caída en Montmeló y el putt fallado en el hoyo 18. Eras la última esperanza en chiringuitos y casas cerradas a cal y canto.
Joseba, tío, te lo rompiste todo, sobre todo el corazón. Tu nombre se quedó para siempre grabado en esa curva maldita de La Rochette cuando quedaban menos de 10 kilómetros a meta. Tu nombre se quedó sin voz en los bares, enmudeció España.
Joseba, tío, hoy me he acordado de ti. Me he acordado porque he visto tu cara de dolor en la de Andy Schleck, en la etapa dos de una vuelta de tres semanas en la que es uno de los grandes favoritos. Me he acordado de ti y de Rossi. Me he acordado de ti porque todavía subíamos puertos sin casco y tú ponías el esófago encima del cuadro y le decías al texano que eras más duro que el alemán. me acordé de ti porque veía tu imagen tras el amarillo, con Mancebo y Sevilla siempre en el puerto, veía ese maillot rosa persiguiendo al amarillo, veía su mirada nerviosa cada vez que te levantabas de la bici. Me he acordado de ti, Joseba.
Me he acordado de empujarte desde mi casa, de querer estar en Mont Ventoux dándote agua o llevándote un periódico. Un periódico que diga: "Joseba amarillo". La portada del Marca a cuatro columnas. Me he acordado de ti porque me acuerdo cada vez que veo destrozadas las ilusiones de un ciclista.
Joseba, tio, hoy he visto tu cara con el maillot del Saxo Bank. Hoy he visto todas tus ilusiones tiradas por tierra otra vez. Joseba, ganarás el tour, te lo juro.
Mi techo es demasiado alto. El techo de mi habitación mide lo mismo que el de toda la casa, pero desde mi cama todo es mucho más alto. Es un simil de mi vida, todo está demasiado alto cuando me paro a descansar. Todo está demasiado lejos. A mas de de1850 kilómetros. Incluso a esa distancia el techo de mi habitación es alto, lejano y muy blanco. Y existe el miedo.
En mi cama puedo mirar el techo y pensar y olvidarme de que duermes a mi lado. Olvidarme de todas las que han dormido a mi lado y mandarte un sms aunque estes a menos de medio metro. En verdad quiero escribirle a alguien: Yo no kria enamorarme d ti. Y que nunca lo lea y se quede en enviados, como una prueba más de nada en ningún sitio. Y sonreir la última noche con dos besos y muchos pensamientos en la cabeza.
El techo se mueve cuando llego de fiesta, se mueve como tú te mueves. Como se mueven las miradas en los bares. Las copas cambiadas por oportunidades desaprovechadas, el lento caminar en la noche hacia el origen. Se mueve como los días en el calendario que avanzan lentos, calurosos. Las hojas se pegan, se marchitan, adelantan un otoño que está demasiado lejos.
Si, pienso en las mujeres que nunca tuve y desprecio a las que han compartido mis sábanas. O alomejor me desprecio a mi y por eso busco alguien que se sienta como yo. Dos Dorian Greys iguales, sin espejos, compartiendo sus cuerpo en oscuridad, bajo la atenta mirada de mi techo, blanco, sudoroso, lejano, que casi no nos ve, porque no quiere mirar, cansado de todas las veces que me quede mirando esperando a que te fueras de mi cama o a que por fin entraras en ella.