Surreal life
21 de febrero de 2006
Como duele el fracaso. Gente a tu alrededor esperando verte hacer algo bien. Ponen sus esperanzas en ti. No te conocen, pero esperan bastante de ti, para eso estás aquí. Llega el momento de la verdad y fallas. Pero no solo fallas, si no que además rozas el ridículo haciéndolo pasar mal a todos los que en ti confiaban. Da igual que muchos se apiaden de ti y te intenten consolar con las típica frase de “no pasa nada”, la cuestión es que has fallado, y muchos seguramente pierdan la confianza, mientras que el resto simplemente no esperarán lo mismo de ti. Ahora ya solo queda esperar siete días para intentar recuperar la dignidad, si es que queda alguna. Demostrar que tenían razón y un mal día lo tiene cualquiera, demostrar que pueden confiar en ti. Ahora solo queda levantarte del suelo. Tienes que defenderte en la próxima batalla, pero también tienes que saber atacar, herir al enemigo y acallar las voces que quieren tirarte de tu caballo.
No se cuanto más podré aguantar, pues constantemente siguen atacándome por todos los flancos, pero algo he aprendido: a vivir siempre herido.
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15 de febrero de 2006
Elijo las canciones más lentas, con las letras más tristes o melancólicas, me armo con mis cascos para aislarme del mundanal ruido, meto mis manos en los bolsillos, agacho la cabeza y salgo del portal. La noche parece sacada de una película de vampiros: luna llena con nubes negras que la cubren ligeramente. Me pongo en camino con la música a un volumen casi dañino, no quiero escuchar a nadie, no quiero encontrarme a nadie y creo que nadie quiere encontrarme a mi. Ni yo mismo quiero encontrarme, simplemente necesito despejarme y caminar un poco hacia ningún lugar. Por encima de las gafas, sin levantar la cabeza, veo de frente una persona conocida que viene sonriendo con sus, deduzco, amigos. Parece contenta, estar pasándolo bien. Chica guapa donde las haya, cuando me cruzo con ella, como en una película, todo parece ir más despacio, su larga cabellera se mueve de un lado al otro al girar la cabeza para dirigirme una sonrisa acompañada de un saludo seco, que quizás sea debido a la tristeza, melancolía, o como querais llamarlo, lo interpreto como poco deseado, como no quieriéndo cruzarse conmigo. Se lo devuelvo más por cortesía que por ganas, hoy no tengo ganas de nada ni de nadie. Otro día el saludo habría sido totalmente distinto. Al verla me asaltan miles de recuerdos.
No es tarde, pero las farolas ya están encendidas iluminando la ciudad con sus características luces anaranjadas. Las tiendas aún apuran las últimas horas de clientes y las calles están repletas de gente. Camino sin rumbo fijo, doblando esquinas de forma aleatoria, tomando calles que nunca he pisado, o al menos, si lo he hecho, no lo recuerdo. Intento aclarar mis ideas, ideas que no me dejan pensar. Intento también ordenar mis pensamientos, pero los recuerdos del pasado me asaltan con cada canción, aunque canción y recuerdo no tengan correlación. Nado en un mar de dudas.
Después de dos horas caminando sin sentido, me doy cuenta de que el destino me ha devuelto a mi lugar de partida, el triste portal de mi casa. Saco las llaves y entro a mi casa, despidiéndome así de una noche que pese a no haber sido la más divertida, quizás haya sido la mas productiva, me ha hecho pensar y recordar. Vuelvo así a la realidad.
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10 de febrero de 2006
Me asomo al balcón. Veo el frenesí de la vida, veo como todo el mundo disfruta. Veo como los chavales se divierten, como la gente pasa de un lado a otro, calle arriba, calle abajo... da igual, ninguno se a donde va, aunque la verdad, no me importa. Veo como mi vida se va consumiendo como el cigarro tan prohibitivo últimamente.
Desde mi balcón yo veo muchas cosas. Cualquiera que se asoma verá una plaza al fondo, a mano izquierda, una pequeña calle con dos modestos bares y a mano derecha, a lo lejos, una famosa zona de la ciudad, podemos decir, que el centro de ésta ciudad. Pero veo que nada es lo que parece. Algo que llevas observando toda la vida, con el tiempo te das cuenta que no lo es tal y como tu lo pensabas. Miras, te fijas, y lo que ves, rápidamente lo interpretas de la forma más lógica para ti. Pero en realidad nada es así.
Muchas formas hay para expresar con más claridad lo que intento transmitir: “Nada es lo que parece”, “Las apariencias engañan”, “Ten cerca a tus amigos y más a tus enemigos”... En fin, que cada uno le ponga el color que quiera, pero el coche seguirá siendo el mismo.
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8 de febrero de 2006
Las afueras de una ciudad sin nombre, una extensión de cemento delimitada por el rio que separa dicha ciudad de sus arrabales mas desgraciados. Dos hombres y una pistola, seis lugares en la recamara y una sola bala. La ruleta rusa.
A un lado, un empresario arruinado por la bolsa. Mujer y tres hijos legítimos, alguno ilegitimo de prostitutas baratas. Una farsa por vida, repleta de mentiras que acabaron conspirando contra él. Al otro lado, alguien cansado de vivir. Cansado de sentir. Cansado al fin y al cabo.
Fuera de la ciudad todo es tranquilidad.
-Pum-. La pistola al suelo, ya no quedan balas.
¿sigo vivo o morí? No se
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7 de febrero de 2006
Era una tarde soleada de domingo. Iba acompañado de todos mis amigos, los que habian conseguido que este último mes fuera increible. Me gustaria sonreir, pero era tal el cansancio que apenas podia esbozar una mueca. Quería que la fiesta no terminara, aunque sabía que sería dificil, la gente necesitaba unos dias para descansar y luego...ya se verá.
Recordaba las locuras que en este último mes habiamos hecho, todos unidos, disfrutando al límite. Habiamos hecho puenting(algo que ni loco me habría a hacer por iniciativa propia), colarnos en una piscina en la noche, olvidar los desamores en la barra del bar noche si, noche también.
Llegar a las 8 a casa, para despertar a las 2 de la tarde y otra vez sin parar hasta las 8 del día siguiente. Ir a conciertos, viajar fuera de España...era Julio y había vacaciones, había que aprovechar.
Mientras seguia caminando por el soleado campo, el último día sin apenas dormir, veia las caras de cansancio de todos mis compañeros, veia incluso tristeza(obvia) por que esto se acababa. Las botas pesaban en mis cansadas piernas, y el sol traspasaba mis gafas de sol. En verdad, no era nada de eso, solo la tristeza era capaz de vencerme, la tristeza de ver como enterraban a mi amigo. El cementerio, acompañando el féretro de uno de los mios de siempre se hacia más largo que de costumbre.
Hacía ya un mes que se encontraba con gripe y decidió ir al médico, unos analisis rutinarios y una enfermedad terminal. "Te queda un mes" sonó por toda la sala, nunca fue una virtud de los médicos el decir las cosas disfrazadas, solo tenian una verdad. Hacía ese mes que decidió que su último mes sería un buen mes, a decir verdad se fue con buen sabor de boca. Él si, nosotros no. Es más dificil enterrar a alguien que ser enterrado.
Ayer a medio día llegaba la noticia, hoy teniamos previsto ir hasta una ciudad próxima y ver un macroconcierto, pero a medio día, una muy buena amiga me llamó. Ayer sentí lo que es venirse el mundo abajo, sabía que a mi alrededor me hablaban, pero era incapaz de oirles, es un sensación de paz indescriptible, aunque rodeada de un halo de ansiedad que corta la respiración. De este día poco más recuerdo sin que las lagrimas me nublaran la vista. Viendo como bajaba a un agujero hecho para él, le recordé haciendo puenting, siempre temerario, siempre vivo.
A las noches que me invente
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2 de febrero de 2006
Se que no debería haberlo hecho. Se que me arrepentiré siempre, que el dolor me acompañará toda la vida, intenté no hacerlo, intenté resistirme. Probé calmándome, olvidando todos los hechos anteriores. Salí con mis amigos, quería despejarme, lo intenté con el alcohol. Pero nada dio resultado.
Me enamoré de ella... de la que nunca me querrá. Me enamoré de la chica equivocada y ahora no puedo olvidarla.
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1 de febrero de 2006
Mientras se le nublaba la vista y se desmayaba, veia como el asesino abandonaba la escena de su crimen. Caia al suelo sin poder ver donde se encontraba, tan solo sentia que se caia.
Le dolia morirse por la botella de ginebra que caia con él, una botella que se hacia añicos como su corazón. Que angustioso es morirse sin poder ver la cara de tu asesino, que cobarde matar con el rostro tapado.
Le preocupaba mas que su muerte, su huella. Que pensarian de él los que pasaban por allí; un borracho muerto, un ajuste de cuentas. Le preocupaba dejar atrás muchas disputas abiertas, muchos hijos de puta que no se habían llevado su merecido. Recordaba mientras moria a algun hijo de mala madre que le robo alguna noche la botella de ron que guardaba en el bolsillo de su chaqueta.
La bala que estaba en su corazón clavada no era lo que le mataba. Su corazón podia seguir latiendo aunque perdiera sangre, pero estaba cansado de vivir, cansado de vivir esta vida. Una vida que se resumia en emborracharse, ganar unos duros pidiendo o robandole a otros mas borrachos que él y en dormir para pasar la resaca. De vez en cuando un pelea o una puta alegraban su vida. Muy de vez en cuando.
Mientras sentia como el alma se iba, se separaba de su cuerpo, veia como respiraba, sentia de nuevo fuerzas y vida, mientras en verdad moria.
Al día siguiente a su entierro solo acudieron tres personas: el cura y dos enterradores. Hoy en día es una tumba sin nombre. El Eristoff nunca le abandonó
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